Lo deseable, congruente y pertinente, es que cada sujeto hombre o mujer, ingrese al magisterio con total vocación y absoluta convicción respecto a lo que implica y significa ser docente, responsable no solo del APRENDIZAJE de muchas generaciones de niñas y niños, sino además, corresponsable de su formación y futuro.
La realidad es distinta y entre quienes no ingresamos con vocación al trabajo docente, soy yo. En un primer momento desde luego; sin embargo al paso del tiempo y en la medida que se van construyendo las experiencias significativas de esta importante tarea, uno queda arraigado y asume los compromisos y retos que implica este quehacer humano.
Como docente de preescolar en el medio indígena y con un trayecto de 30 años de experiencia, me es posible ubicar y diferenciar los dos momentos contrastantes de mi vida laboral y profesional.
Ingrese con estudios de secundaria y con una incertidumbre respecto al trabajo docente en este nivel; ahora, representa un honor continuar en este nivel educativo, al conocer distintas investigaciones y aportaciones teóricas sobre el momento crucial que representa esta edad, en el aprendizaje del ser humano, y la construcción del conocimiento en el.
Una situación que representa tarea permanente y que implica dificultad y toma de decisiones, es integrar cada año y generación, a niñas y niños con conocimientos previos y características cada ves mas heterogéneas en el propósito de contribuir con los principios de la diversidad y equidad recomendados en el programa actual PEP – 2004.